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19 noviembre, 2019

Roberto viaja como voluntario a Bolivia con «Maletas de ilusión»

Tras su experiencia en el norte de Potosí y el altiplano boliviano, nuestro mago favorito nos cuenta su viaje como voluntario de la Fundación Isabel Martín junto a la ONG K’anchay, contraparte con la que colaboramos en distintos proyectos de formación. ¡Pasen y lean!

¿Puedes explicar el proyecto “Maletas de ilusión”?

El proyecto surge hace un par de años, para continuar mi labor haciendo magia en algunos eventos de la Fundación. Nos gustaba mucho la  idea de poder plantear un “voluntariado mágico” a las diferentes contrapartes con las que la Fundación trabaja en proyectos de cooperación. Enfocamos la propuesta con dos contenidos: el que tiene que ver con el espectáculo de magia, y otro de carácter más didáctico a  través de la realización de talleres de magia con los chicos y chicas como vía para trabajar la creatividad e imaginación, sus habilidades manuales, o la expresión corporal y verbal.

¿Cómo fue tu llegada a Bolivia?

Mi llegada fue a través de la ciudad de Cochabamba, donde está la sede de K’anchay (organización con la que trabajamos en distintos proyectos en la zona Norte del Potosí y el altiplano boliviano) y donde estuve los primeros cuatro días haciendo magia para diferentes Entidades con las que tiene relación  esta Fundación: la Asociación Boliviana de Familias adoptivas, la Casa de los Niños, y el Centro de Atención y acogida a la Mujer. Todo este tiempo estuve alojado en el domicilio de Gabriela y su familia, una de las psicólogas que colabora con K’anchay. Me lo pusieron todo muy fácil para moverme por allí, poder contactar con todas las personas que he conocido y conocer un poco la ciudad y el país.

Multitud de personas, jóvenes, niños, trabajadores de K'anchay posando junto a Roberto bajo unos árboles

Roberto con jóvenes y equipo de K’anchay

¿Cuál era exactamente tu cometido?

Realmente digo  que fueron casi dos viajes diferentes: esos primeros días en Cochabamba, haciendo actuaciones de magia para familias y madres con sus niños en situación de acogida. Y un segundo viaje que fueron las visitas a varias de las CEA (Comunidades Educativas Agroecológicas) que gestiona K’anchay, en la región de Norte Potosí, ya en el altiplano boliviano. Son internados rurales  para niños, niñas y jóvenes campesinos, en los que se les da una formación integral, y además de lo académico, trabajan áreas como la producción agroecológica, el liderazgo o la vida comunitaria.

Aquí junto con las actuaciones, hicimos Talleres de magia con los voluntarios, coordinadores y chicos y chicas más mayores, para que conozcan y puedan realizar algunos juegos sencillos dentro de sus comunidades con objetos cotidianos, como cuerdas, pañuelos, papeles y vasos.

Roberto con dos jóvenes realizando un taller de magia

Roberto con dos jóvenes realizando un taller de magia

¿Cómo te recibieron como voluntario en la fundación K’anchay?

Muy bien y, sin duda, con tanta expectación como la que tenía yo al principio en cuanto a “¿cómo va a salir esto…?”.


Que un mago viniera desde tan lejos para hacer y contar magias no dejaba de ser una situación novedosa para todos.


No hubo ningún problema en la planificación y logística para visitar y alojarme en los centros y, durante todo el viaje, tanto el presidente de la Fundación Robert Crespin, como todos los responsables, estuvieron muy pendientes de que todo saliera según  habíamos planteado.

Quiero acordarme especialmente de Marcelo,  que fue mi guía y conductor por caminos increíbles en la ruta por los internados. Compartimos muchas horas de conversación sobre la historia y cultura de ambos países, sobre músicas y  comidas, experiencias que son las que llenan de sentido cualquier viaje en general y en uno de este tipo mucho más.

¿Cómo fue la experiencia con los niños/as?

Las reacciones de sorpresa ante la magia, o  las risas en muchos momentos, son las mismas que te muestran los niños y niñas aquí. La mayor diferencia sí es cierto que tenía que ver con su  participación como “ayudantes del mago”. Les costaba más exponerse delante de los compañeros,  sobre todo a las chicas, aunque a medida que ganaban confianza se animaban más. Me comentaban algunos responsables de los Centros que, además de otros aspectos culturales, influía mucho el tema del idioma (el suyo es el quechua y aymara en algunas zonas), pero al final la comunicación era también muy buena.

Y en los talleres de magia, la curiosidad y el respeto porque estábamos compartiendo “secretos” en conocimiento de unos pocos, y que ellos también debían cuidar, fue también una experiencia fantástica.

Roberto en un colegio haciendo un taller de magia con un grupo de niños y niñas

Roberto en un colegio haciendo un taller de magia con un grupo de niños y niñas

¿Qué es lo que más te ha impactado?

En todos los casos, sin duda la implicación y compromiso de las personas que he conocido en los diferentes proyectos. En Cochabamba cómo te transmitían en las entidades que los índices de violencia contra las mujeres y la infancia son más que alarmantes actualmente en Bolivia. Y en los internados de Potosí me impresionaba cómo a pesar de las dificultades del entorno (algunos niños y niñas caminan más de 6 horas cada fin de semana para ir y volver de sus comunidades a los Centros, y en época de lluvias se hace casi imposible llegar a algunos de ellos), se cuida al máximo su educación en colegios e internados, para que puedan permanecer como líderes agricultores en sus comunidades.

¿Cómo valorarías tu experiencia como voluntario?

Muy positiva en todos los aspectos. Como aprendizaje personal y como oportunidad única para conocer otras realidades a la vez que muestras y compartes tu gran afición. Si, además, puedes transmitir esa sensación de imposible que supone la magia a personas y en lugares a los que no llega habitualmente, o nunca lo ha hecho,  la satisfacción es sin duda mayor.

Un grupo de jóvenes con Roberto en una clase

Roberto con los alumnos que disfrutaron del taller de magia

¿Repetirías la experiencia?

Sí, personalmente me encantaría, y aunque todavía no hemos hablado de posibles destinos o futuros proyectos con la Fundación, estaría encantado de volver a repetirla para el próximo año.

¿Crees en el proyecto “Maletas de ilusión”?

Creo que la magia, además de un arte, espectáculo o divertimento, puede ser una herramienta pedagógica para transmitir contenidos y valores muy diversos. Si bien es cierto que este mundillo es un entorno bastante cerrado, en el sentido que no somos muchos los que nos dedicamos  de una manera más continuada, supone para cualquier mago un reto y para las entidades destinatarias una experiencia muy atractiva. Por eso creo que un proyecto de este tipo sí debe tener continuidad.

¿Recomendarías la experiencia a otros?

Lo estoy haciendo desde que volví del viaje a todos los compañeros y compañeras con los que tengo contacto desde la Asociación Mágica Aragonesa (AMA). Nos reunimos todos los jueves cada semana en nuestra sede y allí programamos actividades, como conferencias o talleres. En una de ellas el mes pasado di una charla-coloquio sobre la experiencia en Bolivia y varios compañeros se han interesado seriamente en poder participar el año próximo.

Roberto hablando en la Asociación Mágica Aragonesa de su experiencia de voluntariado mágico en Bolivia

Roberto hablando en la AMA de su experiencia de voluntariado mágico en Bolivia

 

Gracias a ti, Roberto, por acompañarnos en esta aventura en Bolivia. ¡Seguro que repetiremos!